Registro | El proceso y la búsqueda: una conversación con Pablo López Luz

En esta entrega de Registro, Pablo Íñigo Argüelles conversó con el fotógrafo mexicano Pablo López Luz.

Texto de 14/03/25

En esta entrega de Registro, Pablo Íñigo Argüelles conversó con el fotógrafo mexicano Pablo López Luz.

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Durante más de veinte años, el fotógrafo mexicano Pablo López Luz (Ciudad de México, 1979) ha documentado los territorios complejos de la huella humana en los paisajes natural y urbano: la línea imaginaria que existe en la geología de las fronteras, la densidad de los suburbios, los fantasmas de un pasado prehispánico que aún permanecen en la arquitectura actual. 

Desde el inicio de su carrera, cada uno de sus proyectos revela una necesidad personal de entender las formas en que habitamos nuestro entorno. Esto se manifiesta ya sea magnificando minuciosamente los detalles que conforman la ciudad latinoamericana moderna, como en Baja Moda, que compila aparadores de tiendas a lo largo de América Latina, o diseccionando fragmentos de paisajes imponentes, que sirven como punto de partida en la reflexión de su contexto antropológico, como en Frontera.

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Con una trayectoria respaldada por decenas de publicaciones nacionales e internacionales y expuesto de manera individual y colectiva en los museos y galerías más importantes del mundo, sus fotografías, fruto de una mirada persistente, conforman un vasto testimonio de lo que significa haber vivido en Latinoamérica durante las primeras dos décadas del siglo XXI.

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El 16 de noviembre de 2024 conversamos en un café de la calle San Luis Potosí, en la colonia Roma. Frente a un vaso de café con hielo, Pablo me contó sobre su más reciente viaje a Paris Photo y sobre cómo, en 2020, en plena pandemia, conoció al escritor David Campany en la Ciudad de México, quien un año después escribiría el prólogo de su libro Baja Moda (RM, 2021). También hablamos del concierto al que asistiría aquella noche: The Blaze, el dúo parisino de música electrónica, utilizó una de las fotos de su serie Terrazo para la portada de su último álbum y lo ha invitado al concierto en el Festival Corona Capital.

Su primer acercamiento a la fotografía fue gracias a la galería fundada por su padre, la Galería López Quiroga, inaugurada en 1982. Aunque durante su adolescencia en el Colegio Americano experimentaba en el cuarto oscuro después de clase, fue el mejor amigo de su padre quien lo inspiró a convertirse en fotógrafo.

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Pablo Íñigo Argüelles (PIA): ¿Cuándo fuiste consciente de que podías crear imágenes?

Pablo López Luz (PLL): Nunca lo había pensado. Recuerdo una imagen mía que era un paisaje de Oaxaca, un maizal. Esa fue la primera foto que recuerdo ser consciente de haber tomado, a los 14 o 15 años. Tal vez, cuando en verdad fui consciente de lo que estaba haciendo, de lo que significaba la fotografía, fue cuando revelé mis primeras hojas de contacto y fotografías en el cuarto oscuro.

PIA: Hasta la fecha, tu proceso es totalmente analógico. ¿Hay algún formato en particular que sea tu predilecto?

PLL: Siempre utilizo medio formato. Mis primeros proyectos fueron con una Mamiya de formato cuadrado, pero mi cámara predilecta es la Mamiya 7 (formato 6×7). Desde chico tuve una relación muy especial con la fotografía. El mejor amigo de mi papá era fotógrafo aficionado y trabajaba cinco o seis meses para poder viajar. Era de origen alemán y sus viajes eran épicos: recorría el Amazonas en lancha, pescaba, comía lo que pescaba y acampaba. Cuando regresaba de sus viajes, hacíamos una cena y juntos, en familia, veíamos las diapositivas proyectadas en una pantalla. Recuerdo a los ocho o nueve años haber pensado: yo quiero hacer eso, yo quiero hacer lo que él hace. 

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PIA: ¿Recuerdas alguna exposición fotográfica que te haya marcado de algún modo?

PLL: La primera que me viene a la mente es una exposición de Graciela Iturbide, Cuaderno de Viaje, en el Museo Carrillo Gil, curada por Osvaldo Sánchez. La exposición trataba sobre un proyecto que había realizado en Estados Unidos. Para mí, fue fascinante apreciar el paisaje americano interpretado por Graciela Iturbide y ver hasta dónde llegaba el trabajo de una fotógrafa a quien, además, conozco personalmente. Por otro lado, gracias a la galería de mi papá, he estado viendo exposiciones desde que tengo memoria, principalmente de pintura, dibujo y grabado. Y en los últimos veinticinco años, de fotografía.

PIA: ¿Crees que el fotolibro sea el mejor medio para apreciar fotografía?

PLL: Creo que sí. Gracias a su distribución, es más fácil que la gente lo vea. A mí, me encanta el formato de exposición, aunque no me gusta más que el libro. Hoy en día tenemos mucho mayor acceso a información y a publicaciones internacionales, pero recuerdo que, cuando empezaba, te hablaban de una exposición como New Topographics en la George Eastman House, y la única manera de saber cómo había sido era si lograbas encontrar el catálogo de la exposición.

PIA: ¿Cuáles consideras que son tus principales influencias como fotógrafo?

PLL: Hay varias. Una, obviamente, es Graciela Iturbide, a quien considero la reina y el rey a la vez, y a quien conocí desde muy joven. Siempre la he admirado y me parece increíble que siga produciendo material de calidad; eso generalmente no sucede.

Luego, quienes me cambiaron la perspectiva de la fotografía fueron los americanos: William Eggleston y Lewis Baltz. Mucho Baltz, sobre todo el proyecto Candlestick Point, transformó profundamente lo que yo entendía por fotografía. Antes de eso, yo seguía la idea del momento decisivo de Cartier-Bresson y las diez zonas de grises de Ansel Adams. Cuando vi ese libro de Baltz, que me mostró Alexis Fabry junto con varios otros, entendí que se puede hacer un paisaje anodino que no tiene ninguna belleza y cuya lectura, de foto a foto, no cambia mucho.

También está Jean-Marc Bustamante. Su proyecto Tableau, que registra los suburbios de Barcelona, está compuesto por fotos de un paisaje seco, de un muro que no sabes dónde acaba y de un camino que no sabes a dónde llega. Ese es a color, a diferencia del de Baltz, y este último despertó mi interés por saber de qué iba realmente la fotografía.

Pablo López Luz en la Colonia Roma, en noviembre de 2024 | Pablo íñigo Argüelles/Proyecto Análogo

PA: ¿A qué libro de fotografía regresas siempre?

PLL: Todo el tiempo estoy viendo fotografías y fotolibros, pero Baltz es a quien siempre regreso, y lo hago con mucha emoción.

PIA: ¿Cómo te acercas a tus proyectos? 

PLL: Mis primeros proyectos fueron una reinterpretación del paisaje que había visto desde niño: Terrazo, Natura y Acapulco. Frontera también, aunque ese vino después. Terrazo y Natura están directamente influenciados por la pintura; Terrazo, por ejemplo, está influenciado por los paisajistas mexicanos como el Dr. Atl y José María Velasco.

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Cuando empecé a hacer fotografía, lo que me llamaba la atención era el paisaje urbano de Baltz o de Bustamante, así que decidí que quería fotografiar el paisaje de la periferia. En ese entonces, no había nadie haciéndolo. No estoy diciendo que yo lo hice primero, pero realmente no había fotógrafos concentrados en eso.

Cuando terminé esos proyectos, un poco cansado del paisaje, comencé a buscar temáticas mexicanas que habían estado presentes en la historia de México. El primer paso fue intentar interpretar el mundo prehispánico. Pyramid, por ejemplo, fue una lectura libre de la influencia del mundo prehispánico en la ciudad contemporánea. Bajo la sombra de la pirámide, que realicé mientras trabajaba en Baja Moda, fue una continuación de la temática prehispánica, pero desde una perspectiva quizás más puntual.

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Piedra Volcánica va en esa dirección. Si hay un material a partir del cuál se puede abordar una narrativa de identidad, es la piedra volcánica, porque como mexicanos, siempre ha estado presente en la historia de nuestra ciudad. Son proyectos que hablan sobre la identidad mexicana y que plantean varias preguntas: ¿construimos nuestra identidad o surge de forma natural?

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PIA: ¿Cómo nació Baja Moda?

PLL: Fue un proyecto que tardó ocho o nueve años, desde la primera hasta la última foto. Viajé por ciudades latinoamericanas para buscar estas tiendas de ropa que habían resistido el paso del tiempo. Al llegar a cada ciudad, preguntaba y la gente me daba referencias de tiendas que muchas veces ya no existían. Fue un proceso de preguntar y caminar, preguntar y caminar.

Había locales que me gustaban mucho, de los cuales solo tenía fotos tomadas con el celular. Dos de ellas acabaron en el libro. Estaba muy animado porque fue un proyecto muy difícil, mucho más de lo que hubiera esperado. Quería que fuera un proyecto muy cerrado, donde cada imagen fuera potente, y fueron tantos años que no tenía prisa; siempre sentía que faltaba regresar a Paraguay, a Venezuela, a Ecuador. Finalmente, el editor Ramón Reverté (Editorial RM) me dijo: “El proyecto ya está. Si quieres más, sigue haciendo más, pero el proyecto ya está redondo; venga, hagamos el libro”.

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PIA: Diferentes escritores han ensayado a partir de tu trabajo. ¿Cómo crees que la escritura y la fotografía se sostienen entre sí?

PLL: Creo que varía. En el caso de David Campany, a quien admiro mucho, resultó ser especial porque ya había leído lo que había escrito. Uno de los textos que más me ha llamado la atención en libros y catálogos de fotografía fue el que escribió para la exposición A Handful of Dust. Es un texto largo, pero recuerdo haber pensado: “Qué maravilla acercarse a la fotografía de esa manera”. Cuando se lo pedí, supe que iba a ser un gran texto, y Campany acabó escribiendo un texto muy preciso. En el primer libro que publiqué con Toluca Editions (2012), Horacio Fernández escribió un ensayo y me gustó mucho cómo hizo varios puentes hacia otras obras de arte.

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PIA: ¿Cómo es que una de tus fotos acabó siendo la portada del nuevo álbum de The Blaze?

PLL: Me encanta que la fotografía llegue a lugares insospechados, lugares que no pensabas. No es la primera portada que tengo, y es la segunda para una banda internacional. Cuando me la pidieron, aunque les di otras opciones, esa fue la que les gustó. Esa misma fotografía me la ha solicitado año tras año una editorial alemana que edita libros de texto para hablar sobre la globalización. Creo que esa es mi foto más publicada; la tomé en 2006.

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PIA: Recientemente, Stephen Shore, quien también ha influido en tu trabajo, exploró la fotografía con drones para hacer uno de sus últimos proyectos. ¿Has considerado explorar otros formatos, como la fotografía digital o el dron?

PLL: No, no puedo. Primero, ya no me interesa fotografiar desde el aire. Segundo, a mí lo que me interesa es la experiencia. Para mí, no se trata solo de la meta; lo digo muy en serio, es el proceso, la experiencia que vives. Por ejemplo, los vuelos que hice en helicóptero para el proyecto Frontera me llevaron a un punto del desierto de Coahuila, un desierto de piedra, el lugar más solitario en el que he estado en toda mi vida. Era un acantilado desde el que podía ver el Río Bravo y Estados Unidos al otro lado. Esa es una experiencia que solo puedes vivir estando ahí.  De ese vuelo, por ejemplo, regresé sin una fotografía. Sí, estaba frustrado, pero era parte del proceso. Por eso no dejo el negativo: estoy dispuesto a que no salgan fotos, a que algo falle, a que no me dé cuenta, a medir mal la luz. No se trata solo de la meta o de lo que voy a lograr. La fotografía es todo el proceso.

Pablo López Luz en la colonia Roma, en noviembre de 2024 | Pablo íñigo Argüelles/Proyecto Análogo

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Pablo López Luz recientemente participó en diferentes exposiciones colectivas, tanto en el Museo de Arte Moderno (MAM) como en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) y Casa de América en Madrid. En abril de este año, presentará en la Association of International Photography Art Dealers (AIPAD), en Nueva York, un nuevo catálogo de su trabajo editado por Toluca Editions.

Actualmente, se encuentra trabajando en un proyecto en Oaxaca que busca registrar la influencia del adobe como material esencial en el paisaje urbano mexicano, a través de fotografías a color y en blanco y negro. EP

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