La politización del coronavirus

Norteando es el blog de Patrick Corcoran en Este País y forma parte de los Blogs EP.

Texto de 06/04/20

Norteando es el blog de Patrick Corcoran en Este País y forma parte de los Blogs EP.

Tiempo de lectura: 3 minutos

De todos los desaciertos que han empeorado la crisis actual del coronavirus, uno de los más dañinos era percibir una tensión entre los intereses económicos y las necesidades de salud pública. Es decir, que se tenía que escoger uno u otro—por un lado, el crecimiento normal y los mercados contentos, o por el otro, una respuesta correcta de la emergencia del momento.

Se veían evidencias de este diagnostico equivocadísimo de Jair Bolsonaro, de Boris Johnson, y de Donald Trump. (Como suele pasar, éste último no tiene par cuando se trata de expresar ideas primitivas con el entusiasmo de un niño en su cumpleaños: “NO PODEMOS DEJAR QUE LA CURA SEA PEOR QUE EL MISMO PROBLEMA,” gritó desde su cuenta de Twitter.) El mismo error se ha visto de algunos líderes sub-nacionales, como el alcalde de Nueva York Bill de Blasio y el gobernador de Florida Ron DeSantis: ambos resistieron llamados a emitir una orden a los residentes de quedarse en casa hasta mucho después de que haya estallado el número de casos. 

Lo mismo se ha visto en México, sobre todo en la actuación de Andrés Manuel López Obrador, pero también en las palabras de líderes de otros sectores de la sociedad (por ejemplo, Ricardo Salinas). El legado del presidente actual debería definirse con la frase “salgan a comer, sigan con su vida normal” de la misma forma que la memoria de López Portillo es inseparable de su promesa de defender el peso como un perro. En sus mejores momentos, López Obrador se ha justificado con más delicadeza y simpatía que Trump, pero da lo mismo: Cometió un grave error que va a mandar a una cifra no contable de sus ciudadanos a una muerte horrible y evitable. 

El problema de análisis evidenciado en la reacción de todos estos hombres es que desde que el coronavirus se volvió una pandemia global, no había forma de arrestar el daño económico: Una profunda recesión, probablemente la peor que se ha visto desde la Gran Depresión hace 90 años, ya estaba escrita. La única forma de remediar el impacto económico era enfrentar la crisis médica. A final de cuentas, salvar vidas y salvar la economía requerían las mismas medidas, pero ellos buscaban la forma de lograr el segundo mientras descuidaban el primero. 

Dicho de otra manera, supongamos que los ciudadanos de México (o de los Estados Unidos, o del país que usted quiera) aceptaran la muerte de un gran porcentaje de la gente de tercera edad, con tal de que el país siguiera igual. Aparte de criminalmente inmoral, no es posible. Sin esfuerzos de frenar el contagio, dos tercios del país podrían infectarse, es decir, unos 80 millones de personas. Las autoridades de EU estiman que 20% de los contagiados requieren hospitalización, lo cual implica un escenario en que al menos de 16 millones de mexicanos tendrían que dejar de trabajar para acudir a un hospital. Décimos de millones más también tendrían que ausentarse del trabajo por síntomas menores. Estos cálculos son imprecisos, pero cualquier escenario así representa un golpe terrible a la economía. 

Es decir, no hay solución a la crisis económica sin solución a la crisis médica. Tardar en reconocerlo se trata de una falta de carácter intelectual que, en el entorno actual, se convierte en un defecto moral. Trump, López Obrador, De Blasio, y todos los demás lideres que no reaccionaron a tiempo simplemente querían que las cosas no estuvieran tan mal cuando evidentemente ya lo estaban. Inexplicablemente, López Obrador ha agravado aún más su desacierto inicial con sus reiterados rechazos a las propuestas para estimular la economía. 

A los líderes del momento actual, les ha tocado responder a la crisis internacional más grave desde los peores momentos de la Guerra Fría. Es una lástima, pero no una sorpresa, que muchos no estuvieron a la altura de las exigencias del momento. Lo que sí llama la atención es la cantidad de presidentes que se equivocaron de la misma forma: Es decir, convenciéndose de que no les iba a llegar lo peor, que había forma de rescatar algo de la economía normal mientras se lidiaba con el coronavirus. Desde el primer momento que se empezaba a dar voz a estas ideas, era una fantasía evidente. Sin embargo, muchos persistían, y todos tenemos que pagar los platos rotos. 

A nivel mundial, esta época política se ha destacado por su desdén para los expertos y las instituciones establecidas. Muchos de los líderes que representan la vanguardia de este populismo actual son los que más perdidos andan ahorita. No es casualidad. EP

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