Los mexicanos somos más listos que el hambre

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Texto de 24/02/21

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Ayer leía en su autobiografía las palabras con que Woody Allen explica una de las razones, además de la belleza física, por la que se enamoró en su juventud de una deslumbrante actriz llamada Louise Lasser, con quien en 1966 se casó: “era más lista que el hambre”, escribió. Tuve que leer la frase tres o cuatro veces: como me desconcertó, quería entenderla en toda su magnitud. 

Para el caso, no importa si ella era muy inteligente o no. Pero el trasfondo de esa máxima de seis palabras (que no pertenece al director de cine, sino es del dominio público) detuvo mi lectura, y quedé con la mirada estática ante la página: si mal no entendía, el hambre detona la astucia, la inteligencia, el razonamiento. Por una situación límite como el hambre las neuronas trabajan a toda máquina para hallarle la vuelta a la vida y seguir viviendo. 

Con esa premisa, desde que tengo memoria mi país es inteligentísimo: siempre ha habido hambre. Pero hoy como nunca veo esa “inteligencia” catapultada. Amigas, amigos, conocidos que hasta hace un año o menos eran profesionistas, todos con el privilegio de la educación universitaria, se promocionan en Facebook, casi la única ventana para que nos vean en pandemia. Unos buscan sacar unos pesos para sobrevivir vendiendo pan, buñuelos, galletas: con licenciaturas, maestrías, acuden a la inteligencia de las harinas como la salvación. Otros han recurrido a la inteligencia de los textiles: playeras estampadas, cubrebocas bordados, ropa de paca. Un tercer grupo busca hacerse de recursos apelando a lo que son, a lo que saben, y organizan cursitos, webinars hogareños, clases a distancia hasta de clarinete. Y, finalmente están los de la inteligencia de la venta de garaje: venden sus cosas, viejas y no tanto.

“No es que seamos conservadores ni amantes del antiguo régimen que por supuesto nos pulverizó; simplemente, de este lado creemos que una sociedad que discierne, que vigila el servicio público con un criterio más fino, incluso ayudaría a sus queridos políticos a gobernar mejor, a volver a la 4T aún más buena de lo que ellos están convencidos que es.”

Lo que hace el hambre, o el acecho del hambre, que a partir de lo que observo en mi día a día se completa con los “Sin Face”. No hablo desde la estadística, el PIB o el índice inflacionario sino solo basándome en la percepción, pero nunca me había tocado ver en la ciudad este hervidero de pobres: en enjambres nerviosos y acelerados se abalanzan en las esquinas sobre los cofres de ese otro mundo mexicano —los que a diferencia de ellos aún tiene algo en sus carteras— para limpiarles parabrisas, hacerles mímica, venderles mazapanes, pedir limosna. Esperar que el vidrio baje para recibir 2 pesos. 

Y luego aparecen quienes llaman al timbre en pandemia: hay montones de músicos callejeros, pero también vendedores de gelatinas, elotes tiernos o lo que sea. Semanas atrás un señor me ofreció por el interfón: “¿No gusta una pizza completita en 90 pesos?”.

Es clarísimo que este gobierno despierta una apasionada incondicionalidad entre multitudes, y eso a veces duele a los que nos gustaría ver en ellas brotando matices críticos. No es que seamos conservadores ni amantes del antiguo régimen que por supuesto nos pulverizó; simplemente, de este lado creemos que una sociedad que discierne, que vigila el servicio público con un criterio más fino, incluso ayudaría a sus queridos políticos a gobernar mejor, a volver a la 4T aún más buena de lo que ellos están convencidos que es.

Si me preguntan cuál es hasta ahora el saldo de esta administración —desde el oficialismo, claro—, podría responder lo que nos han dicho un millón de veces como si fuéramos bobos: ellos son honrados, los anteriores eran corruptos. Y los periodistas también son corruptos.

—¿Y qué hay de la economía?

—Una refinería en construcción, un tren maya y un aeropuerto barato.

—¿Pero cuál es el rumbo de la economía?

—Ellos son honrados, los anteriores eran corruptos. Y los periodistas son corruptos.

Sí, a fuerza de repetición embrutecen a las conciencias. No solo a las de acá. Ayer el presidente argentino Alberto Fernández, de quien uno esperaría algo distinto, nos suministró en la mañanera la misma dosis y de paso dio un madrazo: Mi amigo Andrés Manuel es honrado, los anteriores presidentes fueron corruptos y los periodistas mexicanos son unos críticos irresponsables (¿habrá incluido a los 137 periodistas asesinados del 2000 a la fecha?). 

Como dice el dicho. “tras que hay miseria, llueve”. Un país mutilado por 181 mil muertos de COVID-19, al menos esperaría que el hambre que nos arrasa se buscara contrarrestar con inteligencia, ideas, iniciativas, tentativas de algo distinto.

Pero no, todo lo que hay es esa voz aguda de cada mañana con la sonrisa irónica que se vuelve carcajadas, y una cruel vanidad obsesiva que en medio de este infierno se acicala y autoelogia: “Nosotros somos honrados, los anteriores eran corruptos”. Mientras tanto, que la clase media venda pan en Face y los pobres, mazapanes. 

Total, todos ellos son más listos que el hambre. EP

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