¡A favor de lo mejor!

La moronga es el blog de La Murci: Este mundo es un asco y este país aún más, pero carajo, qué alegría da poder meterse a un lugar bien iluminado sólo a rumiar en torno a libros.

Texto de 14/02/20

La moronga es el blog de La Murci: Este mundo es un asco y este país aún más, pero carajo, qué alegría da poder meterse a un lugar bien iluminado sólo a rumiar en torno a libros.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Hay una idea rara a la que me he ido acostumbrando. Me imagino que se debe a que soy una criatura de la noche, dedicada a la reflexión, la lectura en soledad y básicamente la vivienda en un sarcófago. ¿Qué idea rara es ésta? Que quienes leemos somos animales que odian la vida, o al menos que odiamos que nos interrumpan; que podemos vivir, pero de acuerdo a nuestros tiempos y ritmos, cosa que normalmente va en contra de la vida misma. Hoy esta idea, que a veces defiendo con el celo del misántropo, me parece particularmente rara porque ni es de noche ni estoy a solas, sino que el sol entra resplandeciente por las ventanas de mi cueva, y la cueva está llena. Se me acercan y me preguntan si tengo tal libro o si recomiendo este otro, y quienes lo hacen, además, me hablan con un brillo inteligente en los ojos. ¿Qué es esto?

En realidad es una de las razones por las que decidí abrir mi cueva al público, para poner algunos buenos libros a la venta, destinados a gente que les interese. No lo sé, tal vez se deba a que hice aeróbics, y que estoy de buenas, pero estas obviedades (que aún existen los lectores y las buenas conversaciones) me golpean con una fuerza revitalizante. Normalmente esquivo los discursos que celebran la comunidad y la necesidad de crear vínculos: sospecho que detrás de ellos a menudo sólo habla el lenguaje de los números. Pero no puedo negar que de pronto esas comunidades fluctuantes se materializan, de manera espontánea, ¡y me ponen de buenas!

Es muy difícil escribir cuando uno está de buenas: se baja la guardia, la inteligencia se templa, y uno sencillamente empieza a pasarla bien. Como me está pasando ahora mismo, escribiendo estas tonterías rodeada de libros y visitantes a la tienda. Hasta este momento ninguno de estos visitantes es un cliente (o lo son sólo de manera potencial), sino gente interesada en lo que está en los libreros. Los veo platicar entre sí, discutiendo las bondades de los títulos, o no, y ante todo decidiendo. Porque tiene su chiste, comprar libros: implica una apuesta hacia los días por venir. Ya se verá en unos minutos si saldrán con un libro en mano –cosa que siempre es como el inicio de una relación- o si sencillamente les gana la prisa por ir a algún lado. ¿A casa? ¿A ver la tele?

No lo sé, pero cuando la cueva está viva, me siento viva a su vez.

En este ratillo que he estado golpeando con mis garritas el teclado, me han preguntado –infantes, juventudes y gente mayor- por una nueva edición del Oriente de los insectos mexicanos de Pablo Soler Frost (que sí leí, ¡es un rico menú!) y por una novela de Goran Petrovic que no he leído pero a la que se me antoja hincarle el diente. También me preguntaron por un autor de poesías, y por Los Metabarones (que, extrañamente, nadie se ha llevado… aún). De algunas de estas cosas tengo ideas, y de otras no, ¿qué le voy a hacer? Sólo soy una Murciélaga. Pero qué agradable es hablar sobre intereses ajenos, siempre me intriga.

No quiero sonar como publicidad del siniestro consejo que le da voz a las empresas, ni como publicidad de supermercado. Este mundo es un asco y este país aún más, pero carajo, qué alegría da poder meterse a un lugar bien iluminado sólo a rumiar en torno a libros; le hace pensar a uno que hay un mañana, no, un presente, en el que podemos dedicarnos a leer en paz. EP

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