Volando bajo

La moronga es el blog de La Murci y forma parte de los Blogs EP

Texto de 17/01/20

La moronga es el blog de La Murci y forma parte de los Blogs EP

Tiempo de lectura: 3 minutos

Cada tanto vuelvo a pensar en ese libro de Jennifer Campbell, y creo que lo tengo por acá en la cueva, pero ya ni lo encuentro. El caso es que hay un libro, ahora con un segundo volumen, que funciona como los libros de lugares comunes pero en este se recopilan las cosas raras que dicen los clientes en las librerías. Así se titula, Cosas raras que clientes dicen en las librerías (traducción libre marca la Murz). Es un título generoso porque las cosas que dicen los clientes citados no son raras sino estúpidas, a veces malvadas. Me encanta la malicia que anima a este libro, o me maravilla. Me asombra, pues. Es como ver un animal que uno creía extinto. El de Campbell es el mismo oído que uno para cuando empieza a escuchar una conversación ajena, entre las ganas de enterarse del chisme y el odio justificado hacia la raza humana. Al mismo tiempo encuentro algo audaz en el gesto: es raro encontrarse con personas dispuestas a burlarse de quienes podrían brindarles sustento. Pero entonces me llega una sospecha. ¿Y si Campbell se burla de estas personas porque sabe que no son las que le dan sustento?

Alcanzo a reconocer a una elitista porque en el fondo yo también soy una. Es una marca de la época contra la que estoy peleada el creer en la democratización de las artes (cuando quieren decir abaratarla) y en suspender los juicios de valor (y privilegiar los del comercio). Hoy es tan común encontrarse con escritores que defienden el derecho a no leer, con editores que presumen tener la capacidad de hacer bestsellers de títulos que nunca serán leídos, o con promotores de la cultura que defienden ante todo la incultura, que ya es hasta vulgar. Entiendo que hay que defender lo bueno y estar en contra de lo malo, pero se pasan.

Sí pasan cosas raras en esta librería. Se caen libros que nadie ha tocado, uno los vuelve a acomodar, y se vuelven a caer. El otro día, cuando estaba cerrando, a uno de mis chamacos le jalaron la mano en la oscuridad. Pero lo más raro que ha pasado es que a veces entran potenciales clientes y me preguntan: “Oye, ¿aquí cómo funciona? ¿Vendes los libros o los rentas?” Una vez me preguntaron, como retando, si vendía  Mi lucha, pero no la de Knausgård. También me han preguntado si no vendo libros escritos por Pedro Páramo.

Tengo otro libro de lugares comunes. Bueno, tengo varios. Pero llamo la atención a Escritos y dichos sobre el libro, editado por Manuel Bartolomé y María Vidal. En la sección dedicada a los libros se machaca la idea de que los libros son la memoria del mundo (Bioy), una extensión de la historia del pensamiento (Borges), y que si no existieran esos mundos a los que uno puede adentrarse (Benjamin), la salud de nuestra cultura estaría en ceros (Brecht; me quedé en la “B”). Y aunque me asombran las cosas que pueden llegar a preguntarse dentro de esta cueva, más bien me entristecen las caritas de anhelo con las que pasan de largo las personas que no se atreven a entrar pero se asoman. Esas personas saben qué es lo que hay acá, lo sé muy bien, pero les urge estar en otro lado: en el trabajo, la casa, frente al televisor o el teléfono. Pero esa cara de tristeza, ¿quién se las va a quitar?

Ah, qué cosas. Qué bárbaros. Me voy a poner a hacer un ceviche para distraerme. EP

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