La moronga: Regalar libros

La moronga es el blog de La Murci y forma parte de los Blogs EP

Texto de 21/11/19

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Tiempo de lectura: 3 minutos

He estado regalando libros. Bueno, estoy exagerando. O no sé. La verdad es que lo hice fue poner un cartel que dice “libros gratis”, en mayúsculas, y saqué unas cajas llenas de libros, y luego pasó la gente por ellos. ¿Cómo es que una librería como yo, porque eso soy, que se dedica a vender libros, también los regala? Por una razón sencilla: esos libros me los regalaron y no están precisamente dentro del rango de mis intereses (que son los libros de filosofía, de literatura, de poesía, de cosas paranormales, y algunos cuantos libros sobre México y algunos cuantos libros que sencillamente me gustan). ¿Significa que no son libros interesantes, los que he regalado? Pues no, por lo que veo: apenas uno saca libros, les pone un signo de que son gratis, y la gente se acerca, como abejas a la miel, y hasta me pregunta si puede llevarse más de uno.

Esto también ha tenido consecuencias insospechadas: se me han acercado vecinos preguntando, entre la tristeza y el morbo, si me mudo. ¡Y pues no! ¡Sólo estoy regalando libros!

La mala noticia es que hasta regalados hay algunos libros que sencillamente no son del interés de nadie. La peor noticia es que esos libros son dos: el Código Civil Mexicano y La constitución política de un lugar que se llama los Estados Unidos Mexicanos, que según recuerdo era un país. Siendo honesta, como las enciclopedias, creo que la razón por la que nadie se lleva esos libros es porque se tiene la idea (¿correcta?) de que la información ahí recabada o es información muerta o se puede pescar en cualquier momento. Claro, es una tesis que sólo se prueba si llega el momento en que alguien se interese por la ley.

Pero yo de lo que hablaba era sobre la maravilla de regalar libros. Se acerca, como todo mundo sabe, la bella época en la que disfrazamos nuestro amor por los demás con el gesto de otorgarles cosas: la Navidad. En estas fechas yo suelo regalar a diestra y siniestra Fruit Cakes (que tienen gran éxito con mis primos, los murciélagos fruteros de Jamaica), charcutería alta en hemogoblina, que preparo yo misma, y libros.

Es un arte, regalar libros. El objetivo principal no es regalar libros que a uno le gusten o que le gustaría leer (lo que ocurre en esos casos es que se espera que la persona a quienes hemos condenado con el libro deseado, lo regrese o nos lo preste). Al contrario, el espíritu de la época nos obliga a pensar en un libro que sea tan preciso para la persona en cuestión, que hasta se asuste. Era el libro que necesitaba, en ese momento de su vida. Atención: no era un libro que quería, sino uno que necesita. Esto no siempre implica que se regalen libros buenos. Dependiendo de la situación, regalar Por qué las mujeres aman a los pendejos de Antonio Garci podría ser un gran presente. Es el libro que luego ni se tiene que leer, pero que al ser regalado podría tener cierto efecto. Aunque, claro, si se trata de intentar remendar corazones rotos (que abundan en épocas navideñas), recomiendo que se regale Fuegos de Marguerite Yourcenar.

Más difícil es regalar libros a personas a quienes les gustan los libros. Perdón, a quienes les gusta leer. Luego no es lo mismo. Lo más perezoso y efectivo, en esos casos, es regalar un vale de regalos para alguna librería (¡yo doy!). Pero lo más laborioso y capaz de asustar, es entrar en sintonía con las lecturas del ser querido (leyendo lo mismo que dicho ser, en secreto) y a partir de eso pensar en algún libro indicado, es decir, uno que le arranque una mirada pálida y temeroso y una pregunta: “pero… ¿cómo supiste?”. Esa es mi auténtica recomendación. Tómenla, déjenla, me da igual, son sus navidades. EP


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