La moronga: Mesas de novedades

La moronga es el blog de La Murci y forma parte de los Blogs EP

Texto de 15/11/19

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Tiempo de lectura: 3 minutos

¡Las odio! Cada tanto aleteo mis negras alas que me elevan sobre esta desastrosa metrópolis, la Ciudad de México, y vuelo hasta la entrada de alguna de las librerías que sobreviven, ¿y qué me encuentro al entrar? Con un montón de libros nuevos y relucientes, rectangulares y retractilados, acomodados en una cercanía incómoda con productos de diseño y juguetitos. ¿En qué momento las librerías se convirtieron también en expendios de chácharas, rompecabezas, tazas, armónicas y peluches de Sigmund Freud?

Disfrazada para que nadie me reconozca, envuelta en mi patagio, recorro las librerías de esta ciudad y me topo con que, es verdad, cada quincena (es un decir, tal vez sea en otros intervalos de tiempo, no lo tengo claro porque opero con otro enigmático ritmo) se rellenan las “mesas de novedades” de libros que de nuevo tienen poco. Hay, claro, una confusión: se le llama novedad editorial a un nuevo producto pero no a un nuevo libro. ¿Lo he aclarado? ¡No es mi intención! Porque entre tantos libros de prosa clara y comunicativa no hay uno solo que ofrezca aguas enturbiadas por el pensamiento complejo. O tal vez los haya pero es difícil distinguirlos entre el alud de libros-producto listos para consumirse en estas librerías-supermercados.

Veamos, ¿qué hay de nuevo en esta librería? Pues un libro de mi amiguito Jorge Carrión que está en contra de Amazon (se llama Contra Amazon). Y pues, muy bien. Yo también estoy en contra de lo malo. ¿Qué más? El nuevo libro de Enrique Serna, me lo han recomendado mucho, pero acá me lo presentan bajo la extraña categoría de “lo más vendido”, como si eso asegurara algo. Y por acá, ¿qué encuentro? Libros recientes (es decir, que sucedieron hace poco, frescos y tiernos) de Sandra Lorenzano, Julián Herbert, Greta Thurnberg y Eduardo Salles: ¡sí causan ternura!

¿Por qué causan ternura? Porque acaban de salir, dispuestos a enfrentarse al gusto del público, cerrándole los ojitos a sus carteras y agendas, para después de un tiempo enfrentarse a la realidad de los saldos y la nulidad de reseñas -en algunos casos- o el lento peregrinaje hacia… ¿la relevancia cultural? Ah, queridas mesas de novedades, sabemos bien qué escalafón ocupas en nuestra cultura, y no es muy distinto al de las otras estanterías donde vendes Funkos, calendarios de Mafalda o Legítimos Chochos Despendejadores. 

A pesar del exceso de presente mis negras alas siguen siendo animadas por el imparable viento del tiempo, que sopla por encima de las mesas de saldos y arrastra algunos buenos libros a cuevas como la mía. El imparable viento del tiempo también anima divorcios, mudanzas, muertes, desprendimientos, donaciones y otras curiosas tragedias que ayudan, con todo, a diseminar, melancólicamente, algunos buenos libros por el mundo. Cierto, uno puede adquirir (con el alto precio de la novedad) muchos y dignos libros. Apenas hace nueve años, por ejemplo, salió una edición muy buena del Reportaje de la historia de Martín de Riquer y Borja de Riquer. Está en Acantilado y aún pueden encontrarla en librerías. Pero, debo decir, el mismo libro puede encontrarse a mitad de precio en la edición de Planeta (es original de 1962, yo me encontré la de 1973 en Los Sapos de Puebla, a donde una vez llegué aleteando también; aproveché para comerme un mole de olla con piquete de sangre). ¿Que son cuatro tomos en lugar de uno? ¿Que es menos práctica? ¿Que me da igual el altar de lo pragmático cuando en él se sacrifica a una cultura entera? Pues sí.

No lo sé, amigos. Tal vez sólo amanecí de malas. Tal vez uno deba aprender a vivir con las contradicciones de nuestro tiempo. Y así, con ese espíritu conciliador al que a cada hora se nos invita, debo decir que ¡es cierto! No odio las mesas de novedades. Sólo me dan morbo y cada día se me hacen más raras.

Esta fue la Murci, ahí les encargo. EP


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