La misión no se cumplió: Shakespeare lo sabe

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Texto de 09/12/20

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Ayer amanecimos distinto: dentro de nuestras jaulas, desde las que durante nueve meses nos hemos asomado hacia el exterior, un poco como prisioneros, otro tanto como hamsters, quizá vimos diferente al mundo libre. Las noticias nos juraron que nuestro amo microscópico pero gigantesco —el que nos atormenta en el encierro y mantiene nuestras rejas con candado, tiene tentáculos y mide la milésima parte de un pelo—, perderá pronto el poder. 

Quizá antes de tiempo, pero ayer vaya que nos ilusionamos. Pensamos que al fin abriremos la reja porque el virus no nos podrá apalear e imaginamos que en meses, con la vacuna, reconquistaremos las calles, los niños se sentarán en su pupitre, iremos a cines y gritaremos ¡gol! en una tribuna sin que el de junto tema que las gotitas que expulsan nuestras bocas eufóricas son veneno. 

Y si el sueño en los hechos sigue su curso, también disfrutaremos lo que antes de todo esto era indisfrutable por anodino, como agarrar —por poco acariciar— un picaporte.

Darán ganas de frotar picaportes, y también menús de restaurantes, y hasta de manosear paredes y postes de luz y ojalá no pase tanto para que tengamos repulsión por el alcohol, hoy esencial como el agua, y también podamos restregar nuestras suelas mugrosas en toda la casa.

No estaba tan mal la otra vida en la que éramos un poco sucios.

Pero cuando dentro un tiempo hagamos memoria de este insólito 2020 y su inevitable intromisión (esperemos que tímida) en el 2021, nos costará entresacar cosas buenas de la otra epidemia, la del parloteo de un gobierno obsesionado por declarar para aniquilar al enemigo que se inventaron: los medios.

Señores de traje que debían actuar sin pausa, gobernar mucho y bien, descargaron mañana, tarde y noche bacanales de palabras nocivas que se nos metieron al cuerpo desde las pantallas. Cuántas cosas se dijeron sin sentido, sin sustento, por una irresponsable necesidad de hallar respuestas cuando era solo momento de hacerse preguntas: cuándo va a acabar la pandemia, por qué esta tragedia nos cayó como anillo al dedo, por qué el cubrebocas no era seguro pese a los ruegos de la Organización Mundial de la Salud, por qué el político más poderoso debido a su fuerza moral y no de contagio tenía derecho a ir con la boca descubierta, por qué los medios no debían publicar estadísticas, por qué la curva caía cuando era evidente que no, por qué los conservadores querían inventar una catástrofe cuando todo iba bien, y así mil disparates más.

Es muy probable que nunca olvidemos la broma del destino en una nota que resonó ayer en medios del mundo y mexicanos: “William Shakespeare es la segunda persona que recibió vacuna contra el COVID”. Sí, en este año en que en este territorio el poder menospreció tanto a las palabras y las volvió dañinas y ruidosas, la vacuna contra el coronavirus debutó —sólo después que Margaret Keenan, una mujer de 90 años— nada menos que en el organismo del homónimo del escritor más célebre de la historia, muerto hace más de cuatro siglos. William, el hombre vacunado de 81 años, nació en Warwickshire. El mismo condado del dramaturgo y poeta que marcó a la humanidad.

El año en que las palabras de los poderosos mexicanos fueron un bombardeo inclemente, el homónimo de William Shakespeare, quien tanto cuidó y sublimó las letras, ya es inmune al virus que nos trajo muerte pero también palabras infecciosas. El viejo Shakespeare de hoy, acaso un “bichozno” —quinto nieto o hijo del cuadrinieto— es un símbolo: el señor llamado igual que quien tanto procuró las palabras, está a salvo. 

Ayer se volvió a abusar mediante la palabra. Muy prematuramente, el canciller Marcelo Ebrard declaró “misión cumplida” porque ya está en el papel el plan de vacunación masiva contra el COVID, o en realidad un esbozo del plan. No hay misión cumplida si el mismo día en que se “cumplió la misión” murieron otros 800 mexicanos, si ya cayeron 111 mil personas y estamos en cuarto lugar en decesos del planeta. 

No hay misión cumplida, y no hay modo de que en el futuro la haya. Ni siquiera si en solo meses se consigue el milagro de que el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) y el resto del Sistema Nacional de Salud, sin capacidad para responder cabalmente a los mexicanos ni para tratar un resfrío, es capaz de vacunar a la población con la masividad que se va a requerir.

Falta mucho para inmunizar a 126 millones de mexicanos. Se necesitará una logística descomunal que cuesta creer viable en este gobierno que pierde el tiempo en hablar, hablar y atacar porque eso revitaliza su popularidad: lo que más le importa. 

Algún día, finalmente, ya todos seremos vacunados, es cierto, pero ahora el reto es que sea con velocidad y sin que la premura reste eficiencia. Cada día cuesta vidas por cientos.

El gobierno devaluó lo primigenio: la palabra. Y sólo basta ir al ejemplo más simple: sí usen cubrebocas, no lo usen, sí úsenlo, no lo usen. Así, nueve meses y 111 mil muertos después, con quizá millones de palabras gastadas en conferencias de prensa que se concentraron en enredar los mensajes y, desde luego, en atacar a quienes piensan y opinan distinto, y para colmo tienen la osadía de cuestionar. En estos meses el Servicio de Administración Tributaria ha recibido fortunas que dimos los contribuyentes, la sociedad, para que se usaran en horas valiosísimas para gobernar, pero ellos prefirieron canjear esas horas de ejercicio de gobierno en horas de ataques rabiosos a los que no se sometieran inmoralmente a su gestión.

Ojalá toda esa energía verbal derrochada se hubiera dirigido a una cuarentena ejemplar, razonada, clara, y no para sembrar odio, además de una confusión sanitaria que acabó como un camposanto. Se hubieran salvado muchísimas vidas.El poder mató a miles al despreciar a la palabra.

La misión no se cumplió: Shakespeare lo sabe. EP

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