La falacia de la tusa

Falaciario es el blog de Irene Tello Arista en Este País y forma parte de los Blogs EP

Texto de 04/05/20

Falaciario es el blog de Irene Tello Arista en Este País y forma parte de los Blogs EP

Tiempo de lectura: 4 minutos

Este periodo de confinamiento social, debido al coronavirus, está sacando a la luz muchas cosas. Talentos ocultos, el reconocimiento a la labor de los maestros, problemas mentales, un alcoholismo latente, y en muchos casos, una tarja llena de platos sucios que parece violar la ley de conservación de la materia. Cada vez que entro a las redes sociales me maravillo al ver las capacidades culinarias, artísticas y etílicas de mis coetáneos. Los que hornean, los que tejen, los que pintan, los que hacen videos con sus rutinas de ejercicio y hasta los que organizan fiestas de karaoke en línea. En gran parte yo soy el vivo ejemplo de algunas de estas prácticas con sus respectivas modificaciones: no sé hornear pan de plátano, pero estoy perfeccionando las recetas de mis licuados. Sin embargo, hace poco descubrí que hay habilidades que es mejor dejar a los profesionales para cuando termine este periodo de reclusión. Me refiero al sutil arte de cortar el pelo. 

Para pasar la cuarentena decidí retornar al hogar de mis padres, cual hija pródiga, para estar en compañía de ellos. La convivencia había transcurrido de forma amena y sin altercados mayores hasta que mi padre, desesperado por lo largo de su pelo, me pidió que se lo cortara. Debo aclarar que yo tengo una relación particularmente emotiva con cortarme el pelo. De pequeña dejaba que mi madre decidiera por mí la forma en que me cortaban el cabello y terminaba llorando por días con un corte que me hacía parecer un niño durante semanas. Luego aprendí a cortarme el pelo yo misma como una forma de liberación, desde hacerme cortes extremos hasta cortarme el flequillo ocasional cuando estoy harta por algo que no guarda relación alguna con mi estilo. Estas experiencias personales de estilista me generaron una impresión sobrevalorada respecto a mi habilidad para cortar el pelo, lo cual hizo que aceptara sin dudar la propuesta de mi padre. 

No quiero entrar en detalles respecto a algo que sólo puede ser clasificado como una tragedia griega. Aunque el corte lo hice con una máquina para cortar el pelo, la medición de las diversas profundidades de cortes que dicha máquina puede hacer es completamente distinta a las máquinas que utilizan en los videos tutoriales que vi en internet. Parecía que uno tendría que haber conseguido una piedra de Rosetta para poder traducir las profundidades de corte de la máquina que compramos. Y no la teníamos. Quizás a los ojos de un espectador externo el corte no parezca tan terrible como a la mirada de mi ego herido, sin embargo, cada vez que veo el corte que le hice sólo pienso que nunca más me cortaré el pelo yo sola. 

Pensando en la tusa que le había propinado a mi padre, me vino a la mente la canción “Tusa” de Karol G. Al recordar el nombre de esta canción, pensé que la tristeza y llanto extremo que le provoca que “le pongan la canción” podía deberse a un mal corte de pelo. Mi emoción fue enorme al pensar que quizá la canción tan popular que yo acaba de descubrir hace unas semanas tenía detrás una relación emotiva con los cortes de pelo como la mía. Para los que no la conozcan la letra de la “Tusa” va así: 

Hoy salió con su amiga disque pa’ matar la tusa (Ah, tusa)

[…]

Pero si le ponen la canción (Hmm)

Le da una depresión tonta

Entre más pensaba en esta supuesta coincidencia con la canción, algo me empezó a sonar raro: ¿matar la tusa? Yo pensaba que se refería a matar la tristeza por el corte de pelo, pero esto no tenía ningún sentido. Entonces decidí acudir a un diccionario para ver qué otra cosa podía significar tusa. Al revisar la definición de “tusa” la duda por entender a qué se refería la canción crecía. Quizá se refería a la segunda acepción del término y hablaba de matar el “cigarrillo hecho de una hoja de maíz”. O hacía mención a la sexta acepción y se refería a matar a una “persona despreciable y de poca dignidad”. Ninguna de estas definiciones cobraba sentido en la letra por lo que decidí reconocer mi docta ignorancia y preguntar entre mis conocidos si alguien sabía a qué se refería la tusa de Karol G. Gracias a un grupo de amigas di con la respuesta a mi inquietud. La tusa en Colombia, tierra natal de Karol G, se refiere a una pena de amor o a una decepción profunda que puede ser amorosa o de otro tipo. Tal y como me explicaron mis amigas, esta palabra no tiene correlato en México, lo cual es una gran pena. La tusa de no tener la palabra tusa. O la tusa por la tusa que le metí a mi padre. 

Al entender esto me di cuenta de que había sido víctima de la falacia de la ambigüedad. Esta falacia se da cuando una misma palabra con diferentes significados se utiliza de forma distinta para intentar refutar la idea de alguien. Por ejemplo, si alguien osara decir que todos los hombres son mortales y que, por ende, las mujeres son inmortales, estaría cayendo en la falacia de la ambigüedad. En mi ejemplo, yo cantaba feliz la tusa pensando en el efecto de tusar a alguien, mientras Karol G hablaba de una decepción amorosa profunda. Decepción al fin y al cabo en ambos casos, pero por distintos motivos. 

Hace poco encontré otro ejemplo de la falacia de la ambigüedad, al revisar algunos posteos relativos al coronavirus. En uno de ellos, una persona pedía que se hiciera caso a la ciencia respecto a lo que sabemos de los virus y otro individuo intentaba refutar esta petición, al decir que la ciencia había ayudado también a crear bombas y al exterminio masivo de animales y otras cosas atroces y que, por tanto, no era objeto de confianza. Este ejemplo también es un caso de la falacia de la ambigüedad, porque en el primer posteo se hace referencia a la ciencia como a un “conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente”. En la refutación, sin embargo, se hace un uso extremadamente laxo de la palabra ciencia para referirse al uso práctico que el hombre ha hecho de algunos principios obtenidos por la ciencia, de hecho, más que ciencia, esta persona parece estar hablando de técnica. Quizás en lugar de culpar a la ciencia se puede culpar al uso que algunos seres humanos han hecho de los principios aplicados de la ciencia. 

Desgraciadamente ésta no es la única falacia que ha salido en estos momentos. Sin embargo, yo prefiero quedarme con la palabra tusa, con la petición de adoptar su acepción de decepción amorosa en México y con la petición encarecida por no creernos especialistas en lo que no somos, ya sea cortar el pelo o epidemiología. EP

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