Falacias feminicidas

Falaciario es el blog de Irene Tello Arista en Este País y forma parte de los Blogs EP

Texto de 27/02/20

Falaciario es el blog de Irene Tello Arista en Este País y forma parte de los Blogs EP

Tiempo de lectura: 7 minutos

Miro el celular y leo la notificación de una amiga que comparte su ubicación al subirse a un taxi. En otra conversación se comentan casos de historias de terror de violencia de género, uno de una amiga muy cercana que atraviesa un divorcio después de años de violencia psicológica, económica y física. Abro las redes sociales y leo el blog de otra amiga más en el que relata “el día que pasó 12 horas presentando una denuncia” de abuso sexual que sufrió en la calle. Alzo la mirada y veo la Guía contra la violencia de género en Ministerios Públicos. Salgo a la avenida y me acuerdo de caminar sin hacer contacto visual para evitar miradas no solicitadas. Para los que piensen que exageramos las mujeres al hablar de violencia de género, les cuento estas pequeñas anécdotas de mi vida cotidiana.

Hay veces en que escribir de ciertos temas duele y mucho. No encuentra una las palabras ni la capacidad emocional de transmitir algo que ayude un poco a destrabar conversaciones y que no contribuya a aumentar el encono. Aunque me siento dolida, triste, enojada e impotente, considero indispensable empezar a señalar y analizar algunas de las falacias más comunes al momento de hablar de violencia de género, porque el uso persistente y reiterado de estos argumentos y narrativas contribuye a la aceptación social de la violencia hacia nosotras. En estas semanas nos enteramos del asesinato de Fátima, una niña de 7 años que fue secuestrada, abusada y asesinada. La semana anterior a lo de Fátima tuvimos la historia de Ingrid. Estos casos han sido mediáticamente abanderados, pero existen muchos otros que indican que estamos ante una violencia sistémica, silenciada e impune. 

En este texto, analizaré algunas de las falacias que he escuchado en las últimas semanas, repetidas en boca de hombres y mujeres, en un intento por demostrar que esta crisis de violencia nos afecta y compete a todos. Creo que es importante señalar, desde el inicio que este ejercicio de analizar algunas falacias feminicidas no significa en modo alguno que no reconozca la situación de violencia generalizada que vivimos en México. Aunque concuerdo en que vivimos un contexto de inseguridad que nos afecta a todos, considero indispensable señalar que la violencia de género tiene características que la diferencian de otros tipos de violencia, no hacer esta diferenciación es otra falacia. 

“La culpa fue de la familia”

En el caso de Fátima, la niña de 7 años que fue violada y asesinada, no faltaron los comentarios que hacían referencia a la salud mental de sus padres o al hecho de que la mamá llegara tarde por su hija a la escuela. Sin embargo, este no es el único caso en el que se recurre a la culpa familiar para justificar un problema social más grande. Se pueden tener discusiones razonadas sobre el rol que la familia tiene en la educación de los hijos, pero culpar a una familia por un acto de violencia que no cometió ni propició es una falacia. La culpa de cualquier crimen es de las personas que lo cometieron, no de la familia. Que el gobierno proponga como política pública para enfrentar la violencia que las madres se dediquen a cuidar a sus hijos para evitar que estos delincan, es otra forma de violencia de género. 

“Pero mira cómo iba vestida”: falacias de apelación al miedo

Las falacias de apelación a las emociones utilizan enunciados que generan sentimientos en las personas para cambiar el foco de atención respecto a la falta de sustento de lo que afirman. En el caso de las falacias de apelación al miedo, los pseudorazonamientos provocan miedo en el oyente y mueven el foco de atención sobre lo que se intenta sustentar. Desgraciadamente, ante casos de violencia de género, no faltan las narrativas que culpan a la víctima de la violencia que sufrieron: “La culpa es de ustedes por vestirse así”; “pero qué horas son esas para andar en la calle”; “descubrimos que estaba tomada”; estas falacias en ocasiones, incluso, son expresadas por las propias autoridades. Ya sea haciendo alusión a la forma de vestir de la víctima, a su consumo de sustancias, o al horario en que ocurrió la agresión, estas falacias generan miedo en la sociedad y cambian el foco de discusión. En lugar de cuestionarnos sobre las personas que realizan estas conductas violentas hacia nosotras, responsabilizamos a la víctima y explicamos la agresión de forma falaz. Hacer referencia a la forma de vestir, horario de tránsito o consumo de sustancias no guarda relación alguna con la violencia que sufrimos. En lugar de generar este miedo social que intenta culpar a las mujeres de la violencia que viven todos los días, tenemos que hablar del rol de los agresores y perpetradores de violencia. Este tipo de narrativas son la clara manifestación de la aceptación social de la violencia de género en sus distintas modalidades. 

“Matan a más hombres que a mujeres en el país”: falacia de falso dilema Las falacias de falso dilema establecen una condición en la que uno debe escoger entre dos opciones planteadas por una disyuntiva falsa y que no permite la opción de elegir otro camino. La famosa frase de “estás conmigo o estás contra mí” es una falacia de falso dilema. Una puede estar en desacuerdo con alguien sin que eso implique tener un rencor vivo hacia esa persona. Cuando las personas señalan que matan a más hombres que a mujeres en el país, se incurre en una falacia de falso dilema. No hay por qué escoger entre preocuparse por el fenómeno del homicidio doloso y el del feminicidio. Uno puede preocuparse sinceramente de la situación de violencia generalizada en el país sin tener que elegir entre un grupo de víctimas. Los niños, las personas adultas mayores, los hombres, las mujeres, todos podemos ser víctimas potenciales de violencia. Es importante volver a decirlo: no hay primacía de valor en los asesinatos. Se puede estar consternado y preocupado por distintos fenómenos de violencia a la vez, pero reconociendo las diferencias. Por ejemplo, nunca he escuchado a alguien decir que no deberíamos alarmarnos o indignarnos por la pornografía infantil cuando son muchos más los casos de adultos que son obligados a participar en estas actividades. Quien osara decir esto sería tachado de bodoque mayor, por no decir otras palabras altisonantes. No se tiene por qué elegir entre sólo preocuparse por la violencia en general y no preocuparse por la grave situación de violencia de género. Si no se reconocen las diferencias de los tipos de violencia que nos aquejan, no podrá hacerse nada por ninguna de ellas. 

Esta es una de las falacias que más me enerva. Primero, porque no concibo que las personas sólo tengan capacidad emocional o empática para estar consternados por una cosa. Segundo, porque no considero que el mayor número de víctimas justifique dar preponderancia a un asunto sobre otro. Al final todas las violencias son condenables y merecen justicia. Se podría tener una discusión razonada sobre los recursos finitos destinados a la procuración de justicia y la necesidad de priorizar delitos. Pero un homicidio es un homicidio y las personas que profieren esta falacia no están en posición de andar haciendo planes de persecución penal, sino que vociferan desde la comodidad de sus casas. Además, no hay finitud de empatía. Si usted tiene dificultad para sentir compasión por distintas desgracias que acontecen en el mundo, el problema está en usted, no en las personas que se preocupan por distintos fenómenos de violencia. 

“Las mujeres también son violentas”: falacia de generalización apresurada

Las falacias de generalización apresurada establecen una conclusión universal de una muestra demasiado pequeña o excepcional para poder generalizarla. Si yo en la infancia fui mordida por un perro y voy por la vida diciendo que todos los perros son violentos, estoy cayendo en la falacia de generalización apresurada. Decir que las mujeres también son violentas es una falacia de generalización apresurada. ¿Por qué es una falacia? Porque usualmente parte de una muestra demasiado pequeña o peculiar para sostener un razonamiento generalizado. Si una persona toma como ejemplo un caso de violencia ejercida por una mujer en su vida o la de alguien conocido y con ello pretende afirmar que las agresiones y violencias en el país son cometidas en igual medida por hombres y mujeres, incurre en la falacia de generalización apresurada. Esto no quiere decir que las mujeres no puedan cometer agresiones o que estén imposibilitadas a ser violentas. Pero es un hecho que la mayor parte de las agresiones cometidas contra mujeres y contra hombres son realizadas por hombres. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Pública 2019 del INEGI, 84% de los delitos que fueron reportados por los encuestados en los que la víctima estuvo presente y pudo reconocer el sexo del agresor, fueron realizados por hombres. En comparación, sólo 5% de los delitos se atribuyen a mujeres. Creo que es importante afirmar que esta falacia es distinta al razonamiento que acusa a las mujeres de perpetuar opiniones machistas, esa es otra discusión y no es una falacia en absoluto. Decir, a partir de un grupo de mujeres que tienen percepciones machistas, que todas las mujeres son así es incurrir en esta falacia nuevamente. 

“No todos los hombres somos así”: falacia de composición

Las falacias de composición toman una característica de un subgrupo e intentan atribuírsela a un todo. Por ejemplo, si yo digo que conozco a tres personas que le van al Cruz Azul y que las tres son personas inteligentes y desde ahí intento concluir que todos los cruzazulistas son personas inteligentes, caigo en la falacia de composición. Casi siempre que se esboza el argumento de que los hombres son el principal agresor de otros hombres y mujeres, viene acompañado de la siguiente falacia: “pero no todos los hombres somos así”. Y, claro, esto es un hecho: así como no todas las mujeres son violentas, es evidente que no todos los hombres son violentos, sin embargo, ¿por qué es una falacia? Porque el afirmar que los hombres son el principal agresor de hombres y mujeres es hablar de una población reducida, nadie dice que todos los hombres sean violentos, la persona que dice esto comete la falacia en un intento por demeritar la argumentación anterior. Así como acontecen en el país 33 millones de delitos y sabemos que no todos los mexicanos somos delincuentes, se puede establecer lo mismo con el hecho de que si un grupo de hombres comete actos violentos, esto no puede generalizarse a toda la población de hombres en el país. Decirlo es una falacia de composición y cambia el foco de atención sobre lo importancia de hablar de masculinidades tóxicas que nos afectan a todos, es un intento por rebatir con base en argumentos incorrectos. 

“Son unas exageradas, están locas”: falacia Ad hominem

La falacia Ad hominem o contra el hombre es una de las falacias más utilizadas y más conocidas. Esta falacia hace alusión a características personales del individuo al que intentamos rebatir. Estas características negativas intentan cambiar el foco de atención de lo que se dice a quién lo dice. Por ejemplo, si alguien argumenta que no se puede hacer caso a lo que dice Greta Thunberg porque es una niña y claramente está siendo manipulada, se incurre en la falacia Ad hominem. Para no incurrir en esta falacia se tienen que analizar los razonamientos que dice Greta y no enfocarse en su persona. Tristemente, respecto al tema de las falacias feminicidas, no es extraño encontrarse con expresiones que sólo atacan a las mujeres que hablan de violencia de género (“son unas exageradas”, “están locas”, “son unas feminazis”). Al hacer esto, en lugar de tener un debate razonado y argumentado sobre los problemas que están detrás de la violencia de género y que nos afectan a todas y todos, nos enfrascamos en un intercambio de insultos que no llega a ninguna parte. 

Conclusiones 

¿Por qué a todos nos incumbe hablar de violencia de género? Porque a todos nos afecta. Porque todos estamos expuestos a sus efectos nocivos y a narrativas que la perpetúan y sostienen. Esta es tan sólo una muestra pequeña de algunas falacias feminicidas, pero existen muchas más. Aunque todos estamos propensos a utilizar o repetir falacias, una cosa es decirlas por ignorancia y otra muy distinta es utilizarlas deliberadamente para probar un punto a costa de reforzar un prejuicio. El uso persistente de las falacias feminicidas contribuye a generar una narrativa que acepta, socializa e invisibiliza la violencia generalizada y diversa que padecemos las mujeres. EP

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