“Parecía un año perdido y será un año ganado”: coronavirus y Black Lives Matter desde NY

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Texto de 10/06/20

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Tiempo de lectura: 8 minutos

El actor mexicano Federico Mallet observa desde su sexto piso al Bay Ridge, un tranquilo vecindario de Nueva York con casi 400 años de historia poblado por familias y viejos que sacan sus sillas al pórtico para ver la gente pasar, y a los que la cuarentena les arrebató cerca de cuatro meses ese placer simple.

Hace días, cuando el dolor de los 24 mil muertos que suma la ciudad donde él radica desde hace siete años se preparaba para desahogarse con la reapertura gradual, el asesinato en Mineápolis del músico negro George Floyd a manos del oficial blanco Derek Chauvin volvió a estremecer a Estados Unidos. Las protestas del movimiento Black Lives Matter se esparcieron en todo el país y sacudieron al mundo. A la asfixia por el COVID-19 se unía otra asfixia, la de la policía estadounidense a la comunidad negra, cuya respuesta masiva fue un furioso “I can’t breathe (no puedo respirar)”, como dijo Floyd a su verdugo instantes antes de morir, con la rodilla del agente en el cuello, en una súplica adoptada por millones como grito de lucha.

Hacemos obras antirracismo y veo una negación tremenda a aceptar que el país está construido desde el racismo”.

Federico conoce de cerca a la comunidad negra. Y eso se debe, en parte, que su propio país, México, no le daba opciones al egresar de la carrera de Ciencias de la Comunicación. “No hay vacantes”, era la frase que por meses oyó, leyó, cuando pedía trabajo. “Algo en las noches no me dejaba dormir. Siempre en la Ibero había hecho teatro, y dirigí un taller. Tenía el gusanito de: ¿ya no vas a volver actuar? Como eso ya no me dejaba en paz, me dije: googlea ‘escuela de actuación’. El primer resultado fue una audición en México de la escuela New York Film Academy, en un hotel de Reforma. Se haría en 3 días. Me presenté y me dieron una beca”.

En 2013 llegó a su nueva escuela. La inspiración era infinita desde su ubicación: en el Battery Park, con vista a la Estatua de la Libertad.

En sus aulas, la Técnica Meisner le enseñó a Federico que un actor debe confiar en el instinto para interactuar con su entorno y comprometerse con la interacción humana, pero hubo un aprendizaje más importante. Un día su maestro Isaac Byrne le dijo: “Para ser buen actor, hay que ser buena persona”.

Quizá por eso no le ha preocupado que su destino sea el de un actor bañado por la fama. Con la compañía teatral del Toy Museum va a escuelas para actuar ante niños que sufren violencia. Y en el Village Playback Theatre el actor de 30 años hace dramaterapia para desamparados: adictos, víctimas de abuso sexual, ancianos olvidados, negros y latinos discriminados. “Vamos a prisiones, centros de rehabilitación, community centers. Ellos dicen ‘Quiero que tú seas yo; ella, mi mamá, y él, mi perro’ y representamos su historia para que tengan catarsis. Hacemos obras antirracismo y veo una negación tremenda a aceptar que el país está construido desde el racismo”.

Pero a mediados de febrero esa labor dejó de existir. Con las presentaciones canceladas por el coronavirus, sólo con su hermana en su departamento, Federico se quedó sin ingresos. “Me resistí, pero al caer en cuenta de que esto iba para largo, dije: Ponte creativo y ve cómo pasas tu experiencia en línea”. Pensó: “Soy experto en Harry Potter, puedo contactar a las familias de las escuelas donde trabajo y ofrecer talleres a los niños sobre el universo del mago”. Varias familias aceptaron. “En las clases les mando su carta de aceptación en (el Colegio) Hogwarts (de Magia y Hechicería) firmada por la profesora McGonagall. Analizamos los valores de cada casa. El Boggart es una criatura que asume la forma de tu peor miedo, y hacen ese ejercicio. Escriben su propio fanfiction de Harry Potter y actuamos escenas de las películas en Zoom. Hay una clase en la película donde los alumnos aprenden transfiguration para cambiar de forma a los objetos; mis alumnos lo hacen con plastilina”.

Federico, que ha reconfigurado su vida desde el encierro desde el 27 de febrero, por meses sufrió el temor a un virus que no tuvo piedad con su ciudad -la que tiene más fallecimientos en el planeta por la pandemia- y que lo dejó pasmado porque expuso más que nunca el abandono de los negros. “Tomaron las calles porque no tenían refugios. Impactaba ver la congregación de homeless”.

Hoy, la comunidad negra se alza en una “revolución”, dice en esta entrevista desde su cuarentena en su pequeño departamento cercano al Puente de Brooklyn, donde ayer martes decenas de miles de personas marcharon en silencio para exigir justicia por el homicidio de Floyd, un hombre que ya es un símbolo.

Aníbal Santiago (AS): En tu estadía en Estados unidos has visto la evolución del Black Lives Matter. ¿Cómo la percibes?

Federico Mallet (FM): El movimiento Black Lives Matter lleva siete años, el tiempo que he vivido acá. Al llegar y ver las marchas pensaba, “como extranjero no sé del movimiento ni su historia. No me toca”. Y (cuando se producían asesinatos de negros) siempre había una ola en redes sociales de “Thoughts and prayers”, algo hoy muy criticado porque ahí quedaba la participación de la gente. Ahora ha sido totalmente distinto y enorme: aunque hay resistencias, se aceptan las culpas y el desbalance social de Estados Unidos pese al movimiento Civil Rights de los años sesenta de Luther King. Con Obama se decía, “Este ya es un Estados Unidos post racial”, y claro que no.

AS: ¿Cuál fue el detonante de lo que causó en la sociedad el asesinato de Floyd?

FM: Que haya sido un video largo y perturbador tan expuesto tuvo un efecto profundo en la gente en días en que por el encierro todos estamos pegados al teléfono y la computadora. Y en la fuerza del movimiento tuvo que ver que hubo muchos asesinatos de negros en la cuarentena. En Estados se detuvo todo, excepto los ataques violentos a esa comunidad. Desde Ahmaud Arbery al que le dispararon (el 23 de febrero) cuando salió a correr, o que entraron (el 13 de marzo) a la casa de Breonna Taylor, le dieron de balazos y ni siquiera era el departamento al que (la policía) quería entrar.

Ahora ha sido totalmente distinto y enorme: aunque hay resistencias, se aceptan las culpas y el desbalance social de Estados Unidos pese al movimiento Civil Rights de los años sesenta de Luther King. Con Obama se decía, “Este ya es un Estados Unidos post racial”, y claro que no.

AS: ¿Cómo ha sido ese cruce dramático de protestas y coronavirus?

FM: El Black Lives Matter rompió con el coronavirus como primera plana, como lo primero que pensabas. La indignación superó al coronavirus y se lo llevó de calle, pero van de la mano: nos preguntamos, ¿qué pasa con las protestas y el virus? Habrá otro pico pero hay prioridades: el movimiento agarró su momentum y no puede dejarlo pasar. 

AS: Políticamente, ¿cómo están las estrategias por el virus?

FM: Alcaldes y gobernadores se van por la libre, separados de la presidencia porque no concuerdan (con Donald Trump). Y aunque entre comillas está abierta (la nueva realidad tras la cuarentena), la pandemia no acabó. 

AS: ¿Cómo apagar la idea de que el Black Lives Matter es violento?

FM: Todo se queda en video. Los lives en Instagram y Facebook en las marchas abren los ojos a mucha gente. Hace minutos recibí el mismo mensaje de texto de toda la semana: “El toque de queda inicia a 8 pm”.  Es un escándalo porque la decisión es del alcalde (demócrata Bill de Blasio): no debería frenar las protestas si son pacíficas. Imponen la perspectiva de que el movimiento es agresivo y buscan desprestigiarlo con gente pagada para ejercer violencia. Además, hay supremacistas blancos que van a las protestas.

Amigos míos comparten páginas para que estemos al pendiente de la comunicación policial, y si notas alguna irregularidad la reportas. Fue impactante cómo el primer día de protestas una patrulla policial se le fue encima a la muchedumbre, arrollando personas.

AS: ¿Cómo son los escenarios hoy en Nueva York?

FM: Las tiendas están cubiertas de madera para que no las rompan y no sufran lo que define esa palabra que se está usando mucho, el looting, el saqueo. Las protestas se dan en todas partes y donde vivo la gente está nerviosa en la farmacia, el súper y cierran todo antes de tiempo. Hay que entender que el looting también se da porque la gente viene de la pandemia, de no tener dinero ni víveres, y las comunidades negra y latina han sido las que más muertes por COVID han tenido. Hay una preocupación grande de cómo saldrá la gente de la pandemia a nivel salud mental y violencia. La gente está afectada y Nueva York está alerta, con mucha indignación, enojo, y hay vidas en riesgo por la violencia de la policía. 

AS: ¿Te ha tocado ver choques por temas raciales? 

FM: Dando una clase de Harry Potter, dos alumnas de la comunidad negra que son hermanas empezaron a discutir con sus compañeros sobre otra niña, una compañerita que yo no conozco, sobre si les caía bien o mal. Y de pronto un niño blanco dijo: “A mí me cae bien, conmigo no es grosera”. Las hermanas le dijeron: “Sí, porque tienes la piel blanca”. Ahí, una alumna asiática entró y dijo: “¿Podemos dejar de hablar de esto, por favor?”. A los 7 años tienen claro el “de esto no se debe hablar”. Fue un momento muy tenso y yo no estaba preparado para conciliar. Me sentí paralizado. Por eso importa informarse: en la vida diaria hay que dar paso a esa conversación.

El Black Lives Matter rompió con el coronavirus como primera plana, como lo primero que pensabas. La indignación superó al coronavirus y se lo llevó de calle, pero van de la mano: nos preguntamos, ¿qué pasa con las protestas y el virus? Habrá otro pico pero hay prioridades: el movimiento agarró su momentum y no puede dejarlo pasar.

AS: ¿Qué percibes del efecto en México de lo ocurrido allá?

FM: En las redes mis amigos mexicanos dicen, “sí, seamos la solidarios en la lucha contra el racismo en Estados Unidos, muy bien el Black Lives Matter, ¿pero qué pasa con el racismo en México? Vamos a examinarnos”. Y están corriendo tests para que evalúes tus tendencias racistas, documentales, memes y gráficas de cómo el racismo funciona en México. El movimiento está creando ondas a otros países que se creen exentos de este problema.

AS: ¿Qué se habla allá del futuro del virus?

FM: Se anticipa otra onda (infecciosa) muy fuerte en otoño-invierno. Aunque en el Memorial Day, que es feriado, salí al súper y vi muchísima gente ya como si nada, en bancas de la calle; grupos de seis personas de adultos mayores platicando sin máscaras, bares con sillas afuera con gente tomando cerveza, y se abrieron las playas. La gente está de “a mí nadie me quita mi vacación”. 

Hay pruebas gratis de coronavirus para todo el mundo y en Internet te informan dónde se hacen en cada vecindario. Por las protestas se recomienda que la gente vaya a checarse o que lo hagas si trabajas con ancianos. En el verano estará todo más o menos abierto, incluso los cines abrirán en julio, y a ver cómo nos va en la segunda ola de otoño-invierno. Pero todos seguimos a la espera de la vacuna. 

En las redes mis amigos mexicanos dicen, “sí, seamos la solidarios en la lucha contra el racismo en Estados Unidos, muy bien el Black Lives Matter, ¿pero qué pasa con el racismo en México? Vamos a examinarnos”.

AS: ¿Cuál es tu situación?

FM: Aún metido en un confinamiento ya procesado. Sólo voy al súper, pero hay gente yendo al parque o reuniones. No necesito tomar el Metro a Manhattan porque las clases no han empezado ni hay espectáculos. Me surgió la posibilidad de hacer Hamlet en el teatro sin público y con transmisión en vivo, pero algunos actores dijeron que aún no se sentían cómodos, y que incluso cuando se diera el “Ya está bien salir” se mantendrían confinados dos semanas más. 

AS: ¿Ya disfrutas las primeras sensaciones de la libertad?

FM: Más bien me he acostumbrado a vivir en confinamiento, y tengo un ritmo establecido de mis tiempos, con clases y ensayos virtuales, juntas. Pero saber que hay amigos en las calles y ver esta violencia me ha generado mucha ansiedad, frustración, angustia. Me pregunto cómo actuar sin ser ciudadano (por su estatus migratorio).

AS: ¿Causará el movimiento un cambio concreto?

FM: Me impacta: vivo acostumbrado a que las marchas se queden en eso, pero esta vez es demasiado grande la presión como para que no cambie la estructura. Las acciones de la gente están teniendo resultados tangibles: están presos cuatro policías por el asesinato de George Floyd y hay una iniciativa por reinventar el sistema policial. Otra petición es que la policía ya no tenga tantos fondos, quitárselos, y enviarlos a trabajo y alimentación. En Washington (por iniciativa de la alcaldesa Muriel Bowser) la avenida que lleva a la Casa Blanca (el tramo final de la calle 16) cambió de nombre, ya se llama Avenida Black Lives Matter, y se escribió eso en el asfalto en letras gigantes.

Oía en las noticias que pueden cambiarse las leyes pero lo principal es cambiar la perspectiva de la gente, que compra la idea de que las protestas de los negros son violentas. La gente asocia negro a miedo, una percepción creada desde los ’60 para contrarrestar el movimiento (por los derechos civiles en Estados Unidos). Para romper eso hay que reeducarse, revaluar la historia, la forma como nos enseñaron y no dar espacios al: “¿Eso a mí en qué me afecta? No es mi cultura”. 

Todo lo que ha sucedido es un paso enorme. Y en la información que difunde el propio movimiento sobre cómo proceder hay acciones precisas: qué llamadas hacer, qué peticiones llenar, qué emails mandar, dónde protestar. Es un momento de transformación, una revolución en la que los blancos, sobre todo, reconocen el problema. Parecía que este año era un año perdido, y será un año ganado. EP

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