Boca de lobo: A mi casa del horror no entras

Boca de lobo es el blog de Aníbal Santiago y forma parte de los Blogs EP

Texto de 04/09/19

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Tiempo de lectura: 2 minutos

Cuando salía el sol, la mujer que conduce el esfuerzo más macabro de México deslizó en una entrevista -disipada entre las cientos de voces matutinas de la radio- un suceso poco conocido pero trágico: el Comité contra la Desaparición Forzada de la Organización de Naciones Unidas (ONU) pidió hace seis años al gobierno de Enrique Peña Neto visitar el país, absorto ante la desaparición de miles de personas y el hallazgo constante de cadáveres en fosas.

¿Cuál fue la respuesta a eso que casi era un ruego? “Rechazado”, relató el lunes a W Radio la titular de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas, Karla Quintana. No querían, no tenía sentido, no servirían de nada esos expertos. Un “no” fue la contestación oficial “a la solicitud de visita que había hecho el comité desde 2013”, dijo la funcionaria.

Para los miles que buscaron y buscan hijos, madres, padres, hermanos, esa negativa fue un puñal.

El viernes se anunció que el Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU trabajará en nuestro país. Al fin. Su ingreso es un reconocimiento doloroso pero necesario: ante las desapariciones, hoy unas 40 mil, no pudimos solos, no podemos.

Y también ese día por primera vez un gobierno mexicano –apoyado por investigaciones de la periodista Marcela Turati y la Ibero- le dio números al horror: de 2006 a 2019 se descubrieron 3024 fosas con 4974 personas. Y sólo desde diciembre pasado aparecieron 500 fosas, casi dos al día.

En esa magnitud el horror aturde, confunde, silencia clamores. Creo que por eso la mayoría no supimos que Suela Janina, presidenta del Comité Contra la Desaparición Forzada de la ONU, hace dos años reveló a los medios y la Asamblea General en Nueva York que el gobierno de México había rechazado la entrada de sus expertos, que intuían “un patrón de desapariciones forzadas sistemáticas”. Las gestiones ante la administración federal, dijo, ya llevaban cuatro años. Es decir, solicitaron desde 2013 a la administración de Peña –durante la catastrófica guerra contra el narco- laborar en México, luchar con su saber e inteligencia desde aquí.

“La visita es un buen instrumento para ayudar al Estado miembro a superar el problema (…) lamentablemente recibimos una respuesta negativa”, indicó aquella vez Janina.

La ONU quería que México ejecutara la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas contra la Desaparición Forzada, pero nuestro gobierno prefería que familias desesperadas, hundidas por el sufrimiento y exponiendo sus vidas, deambularan en los campos de la desgracia con palas y picos abriendo hoyos para que, paradójicamente, los aliviara el indescriptible dolor de ver un cuerpo, una parte, y confirmaran: ya lo sabemos, ahí está ella, él.

¿Qué pudo motivar a Peña a decirles “aquí no entras”? Uno, la imagen. Qué escándalo que la ONU nos auxiliara en la tragedia (y qué poco escándalo si las desapariciones crecían de modo exponencial). Y dos, sus puestos, su “prestigio” internacional, sus ingresos y todos sus privilegios y los de su gente, que persistían si las desapariciones y fosas se silenciaban dentro de nuestras fronteras, y al planeta no se le decía una palabra sobre su negligencia y quizá complicidad (al menos por omisión).

¿Qué habría pasado si seis años atrás los más grandes expertos del mundo en buscar desaparecidos, evitar que personas desaparezcan, hubieran trabajado en México? ¿Cuántas desapariciones no se pudieron evitar con sus elevadas estrategias?

Pero el poder prefirió decir: “ONU, a mi casa del horror no entras”. Y eso también es un crimen. EP

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