Paloma Pasajera | Las hormigas que cambiaron la dieta de los leones
Una hormiga invasora ha transformado significativamente las interacciones naturales entre distintas especies en la sabana africana. Agustín B. Ávila Casanueva nos cuenta cómo se relacionan entre sí hormigas, acacias, elefantes, cebras, búfalos y leones en Kenia.
Una hormiga invasora ha transformado significativamente las interacciones naturales entre distintas especies en la sabana africana. Agustín B. Ávila Casanueva nos cuenta cómo se relacionan entre sí hormigas, acacias, elefantes, cebras, búfalos y leones en Kenia.
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Ningún organismo es una isla. Aunque para varios experimentos científicos el estudio de un solo organismo aislado brinda notables ventajas, en la vida silvestre —e incluso en nuestra domesticada vida diaria—, la interacción entre especies es ineludible. Las cadenas de alimentación las conocemos bien: los pastos crecen en la sabana africana, donde habitan las cebras que se alimentarán de ellos, mismas que serán cazadas por manadas de leones, quienes eventualmente perecerán y dejarán nutrientes en el suelo para que la siguiente generación de pastos pueda crecer. “El ciclo sin fin”, cantaría un coro animal de la sabana en 1994.
Si bien el león es rey, no podemos ignorar el trabajo que realizan especies más pequeñas y las fuertes consecuencias que pueden suceder cuando uno de los enlaces de esta red se rompe. Empecemos por su contraparte fórmica: la hormiga leona (Pheidole megacephala) es originaria de una isla del océano Índico, pero gracias a la movilidad humana, desde hace dos décadas ha llegado a horizontes tan lejanos como Laikipia, en la parte central de Kenia. Esta hormiga invasiva es particularmente tenaz y ha logrado desalojar, por no decir exterminar, a las hormigas acróbatas adultas (Crematogaster spp.), nativas del lugar, además de consumir sus huevos, larvas y pupas.
El avance de este cártel inmobiliario fórmico no solamente afecta a las hormigas acróbatas, sino también —porque todo está conectado— a sus especies más cercanas. Las hormigas acróbatas viven en los árboles de acacia drepanolobium (Vachellia drepanolobium), se alimentan del néctar de sus flores y habitan en las espinas hinchadas de sus ramas. A cambio de la hospitalidad, las hormigas protegen el árbol y no dudan ni un segundo en atestar mordidas tan poderosas que logran alejar a herbívoros tan colosales como los elefantes. Por el contrario, las hormigas león no se preocupan tanto si hurtan su morada: ellas dejan que los elefantes coman, rompan, pisoteen y arranquen del suelo cuanta acacia deseen.
Espinas hinchadas de acacia drepanolobium. Fotografía: Whistling Thorn de Roger Culos. Bajo licencia CC BY-SA 3.0
Un grupo de investigadores liderados por Douglas N. Kamaru y Jacob R. Goheen de la Universidad de Wisconsin, en Estados Unidos, en colaboración con los santuarios Lewa Wildlife Conservancy y Ol Pejeta Conservancy en Kenia y otras entidades internacionales, que conocían bien las relaciones entre especie, supusieron que el desarraigo de los árboles por parte de los elefantes no era la última consecuencia de las acciones de las hormigas león. En parte porque a través de las decenas de miles de kilómetros de la sabana de Kenia, estas acacias son drásticamente preponderantes, llegando a ocupar entre el 70 y hasta el 98 % de los árboles de la región. El asunto les intrigaba a las y los científicos, así que salieron a investigar.
Primero había que establecer en qué medida la presencia de las hormigas león reducía la cantidad de acacias en una zona, y por lo tanto la visibilidad de depredadores en la misma, es decir, qué tanto las cebras y otros herbívoros son capaces de detectar a las leonas y otras depredadoras en una sabana poblada por acacias —que sirven de sombra y escondite a la vez—, contra un pastizal sin árboles. Así que las y los investigadores marcaron tres bloques de cuatro parcelas de 2,500 kilómetros cuadrados cada una, la mitad de ellas con presencia de hormigas león y las otras lo suficientemente lejos como para que no fueran invadidas durante los tres años que duró su estudio —al igual que otras hormigas invasoras, se estima que las hormigas león avanzan a un ritmo aproximado de 50 metros por año—. Algunas de estas parcelas, además, estaban bardeadas de tal manera que excluían a los grandes herbívoros —elefantes y rinocerontes principalmente—. Después de tres años, los resultados fueron claros: en las parcelas donde no había herbívoros, sin importar qué tipo de hormiga estuviera presente, la cantidad de árboles de acacia era muy parecida. Pero para las parcelas a las que los herbívoros sí tenían acceso y además estaban ocupadas por hormigas león, la visibilidad de depredadores había aumentado 2.67 veces, en comparación con las parcelas habitadas por hormigas acróbatas.
Ante esta mayor visibilidad, ¿qué pasa con las relaciones entre las leonas —quienes utilizan la sombra de las acacias para esconderse y acechar a su presa— y las cebras, su presa principal? Para contestar esta pregunta, el grupo de investigación logró colocar collares de GPS a seis leonas. Dado que las manadas de leones se mueven justamente en manadas, esto permitió monitorear la actividad de cerca de 50 leones adultos y 30 cachorros, es decir, el 95 % de los leones en la zona de estudio. Como las leonas de la zona —y de todo África del este— acechan a su presa y la atacan por sorpresa, en lugar de perseguirla durante distancias largas —un tipo de caza en el que nuestros ancestros eran expertos—, el lugar donde se encuentra un cadáver de cebra es probablemente el mismo sitio donde se cazó.
Según el artículo publicado por las y los investigadores este mes en la revista Science, a partir del análisis de los datos de los collares de GPS, las y los investigadores podían deducir cuando una manada había logrado hacer una caza exitosa. Después de entre cinco y diez días, visitaban el sitio para confirmar la presa que las leonas habían obtenido y revisar la cantidad de acacias, así como la presencia de hormigas león en la zona. Las diferencias eran claras. En las zonas donde había menos acacias a causa de las hormigas invasoras, la caza de cebras fue tres veces menor.
¿Malas noticias para los leones? No necesariamente. Desde hace trece años, el número de leones —cerca de 53 individuos— se ha mantenido constante en la zona, es decir que no ha habido un decremento de la población por no consumir suficientes cebras. ¿Cómo lo solucionan las leonas? Una opción sería enfocar su actividad en zonas de mayor cobertura arbórea —cosa que los datos de GPS no muestran—. La otra opción sería cambiar de presa.
La siguiente presa en el menú son los búfalos cafres o búfalos africanos (Syncerus caffer), esos que parece que se peinan de raya enmedio. Entre el 2003 y el 2020, la proporción de presas que las cebras representan en la dieta de los leones bajó de un 67 a un 42 %, mientras que la preferencia por los búfalos aumentó de cero a un 42 por ciento. Si bien la carne de búfalo parece bastante sabrosa al paladar de los leones, esto representa un mayor riesgo para las leonas ya que los búfalos son más efectivos al defenderse con sus cuernos, generando más lesiones que lo que las cebras podrían lograr.
Es así como unas hormigas pueden cambiar la dieta del mayor depredador de la sabana africana. La biología no es mucho de moralejas, y yo no soy Esopo, pero este es un ejemplo muy claro de lo importantes que son las conexiones en la naturaleza; de cómo desmenuzando cada una podemos empezar a comprender a un ecosistema, y de que no hay un solo organismo pequeño ni insignificante dentro de esta red. La mordida de la hormiga león cambia la mordida de la leona. EP
Ligas ligables
A continuación, una serie de recomendaciones de material con el que me he encontrado este mes y, aunque no necesariamente tiene que ver con leones y hormigas, sí tiene que ver con el medio ambiente. Tengan, para que se entretengan:
Una planta con una floración excepcional, lean la crónica sobre Tomás, el pescadillo que floreó en el Jardín Botánico de la UNAM, a cargo de Mariana Mastache.
No tanto de ambiente, pero mi tocayo López Mungía hace una pregunta pertinente a nuestros tiempos: ¿Es el gluten héroe o villano?
Gracias por leer. EP
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