Progreso social y educación en México

En este texto, Axel González Gómez y Sofía Ramírez Aguilar, de México, ¿cómo vamos?, presentan un análisis sobre la relación entre el progreso social y la educación en México.

Texto de & 01/08/22

En este texto, Axel González Gómez y Sofía Ramírez Aguilar, de México, ¿cómo vamos?, presentan un análisis sobre la relación entre el progreso social y la educación en México.

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La educación es una motivación para quienes como Luis Monroy Gómez Franco llegan a ser profesores universitarios en el extranjero; él proviene de una historia en la cual hace apenas dos generaciones las posibilidades de educación familiar no iban más allá de la primaria. La educación es una herramienta para la movilidad social, sobre todo, en tiempos donde el futuro es incierto. En ese sentido, los padres entregan herramientas para la vida de sus hijas e hijos; como es mi caso, coautor de estas líneas.

Las familias buscan las mejores oportunidades para sus hijas e hijos. Nadie dudaría que mejorar la calidad de la educación es uno de los grandes pendientes en nuestro país: la productividad laboral ha venido en declive, la inversión pública en escuelas de tiempo completo y educación preescolar es cada vez menor y la pandemia vino a dar el tiro de gracia en algunos de los estados más empobrecidos del país.

Por eso, en la historia reciente de la educación en México sorprende mucho que tras la reforma educativa del sexenio pasado se deteriorara el componente de Acceso a Conocimientos Básicos del Índice de Progreso Social (IPS), y que tras la pandemia no se cuente con una estrategia que permita resarcir la pérdida de años de escolaridad que representaron los confinamientos.

“Las familias buscan las mejores oportunidades para sus hijas e hijos. Nadie dudaría que mejorar la calidad de la educación es uno de los grandes pendientes en nuestro país”.

Vamos por partes. El IPS nos permite realizar una medición sobre  el desempeño social de un país. Se caracteriza por ir más allá de los factores económicos que se han considerado tradicionalmente. En ese sentido, el Índice se caracteriza por estar integrado por un rango de indicadores sociales y ambientales que capturan tres dimensiones del progreso social: Necesidades Humanas Básicas, Fundamentos del Bienestar y Oportunidades, así como por no incorporar variables como montos de gasto público o niveles de ingreso de la población.

Aunque esta medida es independiente de indicadores estrictamente económicos, no busca reemplazarlos sino complementarlos. Su propósito principal es evaluar aquellas preguntas que realmente importan en la vida de las personas: ¿tengo un hogar que me brinde protección?, ¿tengo suficiente para comer?, ¿tienen mis hijas e hijos acceso a educación de calidad de manera paritaria? 

Para buscar contestar la última pregunta, en este índice se contemplan dos componentes relacionados a la educación: 1) Acceso a Conocimientos Básicos, donde se evalúa la matriculación en educación básica, la paridad de género en las escuelas para así  definir si las personas tienen bases educativas para mejorar sus vidas y 2) Acceso a Educación Superior, donde se utilizan indicadores de cobertura y calidad de la educación superior para evaluar las oportunidades de la población para alcanzar altos niveles de educación. 

La estimación del IPS global está a cargo de la organización Social Progress Imperative y utiliza 53 indicadores sociales y ambientales para estimar el avance en las tres dimensiones del Índice. México (con 71.52 puntos sobre 100 posibles) ocupa la posición 68 en el mundo (168 países); perdió dos posiciones entre la medición de 2020 y la de 2021. En los componentes relacionados con educación, México tiene un mejor desempeño en Acceso a Conocimientos Básicos que el promedio mundial, mientras que en Acceso a Educación Superior su desempeño es peor al promedio mundial. Es decir, no es que estemos solos en la insuficiencia educativa, pero tampoco estamos bien.

Además de los resultados globales, México, ¿cómo vamos? publicó en 2021 la serie del Índice de Progreso Social 2015-2020 por entidad federativa, con el fin de contar con un diagnóstico de cómo ha sido el progreso social a nivel estatal a través de los años. A partir de esta serie, se puede observar que si bien Acceso a Conocimientos Básicos es un componente que parece estable a lo largo de los años, el bajo puntaje de los estados (exceptuando Ciudad de México, debido al esquema por el cual la política educativa en la ciudad se establece a nivel federal) debe ser un punto de atención para las personas diseñadoras de políticas públicas educativas, pero también para el congreso federal y las contrapartes estatales, que son quienes finalmente aprueban los recursos para educación año con año.

Rubros como el acceso a educación primaria y analfabetismo son variables en las cuales se observan mejoras a lo largo de los años. No obstante, la matriculación y paridad de género en educación secundaria aún son un reto importante a lo largo y ancho de la República. 

En 2020, tras los primeros 9 meses de pandemia, las entidades con mayor puntaje fueron Ciudad de México —lo cual no sorprende dado el modelo centralizado—, Quintana Roo, Querétaro, Estado de México y Baja California-, mientras que las entidades con peor puntaje fueron Sonora, Nayarit, Veracruz, Colima y Campeche. 

En este componente, la brecha entre la capital del país y el resto de las entidades federativas es muy profunda. Quintana Roo, a pesar de colocarse en la segunda posición, no alcanza a registrar 50 puntos (de 100 posibles), mientras que Ciudad de México supera los 70 puntos desde 2016. Como se aprecia, no sólo importan las posiciones relativas, sino también las absolutas, y que Quintana Roo —en segunda posición a nivel nacional— tenga menos de la mitad de los puntos posibles debe ser una llamada de atención, tanto para las autoridades locales como federales para implementar políticas en la materia y poder evaluar si estas cumplen con su objetivo en el corto y mediano plazo.

Referente a la evolución del componente Acceso a Educación Superior, uno de los retos más importantes en México es garantizar que la calidad de la educación sea suficiente en todo el país. Esto será posible únicamente a través de la descentralización de la educación superior —con miras a que exista educación superior de calidad en distintos polos de desarrollo regional, no sólo en CDMX, Monterrey o Guadalajara—, así como del cierre de las brechas de género en la escolaridad y el acceso a posgrados. Es importante tomar nota de que, en 2020, las entidades con mayor puntaje fueron Ciudad de México, Nuevo León, Sinaloa, Sonora y Querétaro; mientras que los estados con peor puntaje fueron Veracruz, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.

Asimismo, es relevante tener presente que dado que estos resultados aún no consideran el impacto de la pandemia en la cobertura y calidad de la educación en nuestro país, esta conversación apenas comienza. De los 34 millones de niñas y niños inscritos en el ciclo escolar 2019-2020 (INEGI), 738.4 mil no concluyeron el ciclo escolar. Para el ciclo 2020-2021, 5.2 millones de estudiantes no se inscribieron a su respectivo grado de estudio, 2.3 millones de estudiantes por motivos asociados directamente a la pandemia covid-19 y 2.9 millones por falta de dinero o recursos.

Además de la deserción escolar causada por situaciones relacionadas a la pandemia, es fundamental conocer también cuál es el impacto negativo que esta tuvo en el aprovechamiento educativo de los estudiantes. De acuerdo con un estudio del CEEY, si la educación a distancia resultara ser la sustituta perfecta (en términos de asistencia) de la educación presencial, una pérdida de aprendizaje equivalente al aprendizaje de un tercio de un año escolar en el corto plazo se traduciría en una pérdida de aprendizaje equivalente a un año escolar completo más adelante en la trayectoria educativa de los estudiantes. Sin embargo, si la educación a distancia es equivalente a no atender a la escuela, ya sea por el bajo aprovechamiento o por la inasistencia total, la pérdida de un año escolar completo en el corto plazo podría traducirse en una pérdida de hasta dos años de aprendizaje a largo plazo.

“Además de la deserción escolar causada por situaciones relacionadas a la pandemia, es fundamental conocer también cuál es el impacto negativo que esta tuvo en el aprovechamiento educativo de los estudiantes”.

Los resultados, además, sugieren que el sureste mexicano es la región más afectada, con una pérdida tres veces mayor en el aprendizaje que la de la región centro (la de menor afectación). Esto es consistente con las diferencias regionales reportadas en el IPS 2015-2020, donde se puede observar que Guerrero, Chiapas y Oaxaca presentan rezagos considerables en sus componentes relacionados con educación y en su progreso social en general: son las tres entidades con peor desempeño de forma persistente entre 2015 y 2020.

Estamos en la conclusión del ciclo escolar 2021-2022 y aún no tenemos indicadores —observados, no estimados—  sobre el deterioro en la educación por las clases a distancia. Para conocer este deterioro será necesario retomar ejercicios de evaluación como en su momento fueron la prueba ENLACE o PLANEA, con un alcance suficiente para conocer la interseccionalidad del rezago educativo.


Si retomamos el eslogan del CONEVAL, “Lo que se mide se puede mejorar”, entonces habrá que preguntarnos: lo que no se mide, ¿hacia dónde va? EP

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