Boca de lobo: El pueblo de la 4T es un ¡goool! del América (Chivas o Cruz Azul)

En esta columna, Aníbal Santiago se pregunta qué podría esconderse detrás del constante uso de la palabra pueblo por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Texto de 25/03/24

pueblo

En esta columna, Aníbal Santiago se pregunta qué podría esconderse detrás del constante uso de la palabra pueblo por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Tiempo de lectura: 3 minutos

Hagan el experimento. En el buscador de imágenes de Google (e incluso en Yahoo) escriban dos palabras: presidente y pueblo. Solo eso. De inmediato se desplegarán ante sus ojos montones de fotografías pero de muy escasos personajes. Vayamos rápidamente al podio, definido por la cantidad de apariciones.

La medalla de bronce es para el presidente venezolano Nicolás Maduro. La plata, para el presidente nicaragüense Daniel Ortega. Y el oro es, por paliza, para Andrés Manuel López Obrador.

“¿cuántas veces Andrés Manuel habrá dicho pueblo en estos cinco años?”

¿No aparecen en la pantalla más presidentes que esos tres? La web arroja, si acaso, una imagen de Hugo Chávez, alguna de Evo Morales.

Con la búsqueda de imágenes con solo esas dos palabras, presidente y pueblo, detectamos elementos en común: Maduro, Ortega y López Obrador siempre sonríen (sus sonrisas son similares entre sí, satisfechas aunque jamás histéricas) y las acciones que captan las fotos de la tercia de mandatarios son parecidísimas. Dan discursos ante multitudes, lanzan besos a miles, agarran las manos de sus fieles alineados tras una valla, alzan los brazos victoriosos en tarimas que parecen púlpitos.

Sin embargo, es justo marcar una enorme diferencia entre los tres, imperceptible en la pantalla. A diferencia de Maduro y Ortega, que coquetean con el rol de tiranos a juzgar ya no digamos por sus acciones, sino por la cantidad de relecciones y los 28 años que suman en el poder, el tabasqueño no se reelegirá. Claro, sus opositores argumentarán que su mandato sí se va a extender seis años más porque “su invencible candidata le profesa lealtad a sangre y fuego”. No nos hagamos: esa fidelidad es común en 2024 y en la historia. El putinista Dmitri Medvédev sucedió a Vladímir Putín, el peronista Héctor Cámpora sucedió a Juan Domingo Perón, el callista Emilio Portes Gil sucedió a Plutarco Elías Calles. Y podríamos mencionar cientos de casos más. En la política, la lealtad e inclusive el servilismo pueden asustarnos, pero jamás extrañarnos.

Eso sí, la impactante coincidencia que el algoritmo desnuda es que sin ninguna otra palabra más que presidente y pueblo surgen únicamente tres presidentes. Y que esos tres presidentes no paran de decir públicamente: “pueblo bolivariano”, “pueblo nicaragüense”, “pueblo de México”.

Hace poco escuchaba al presidente pronunciar la palabra pueblo y me pregunté: ¿cuántas veces Andrés Manuel habrá dicho pueblo en estos cinco años? Seguro muchas más que honestidad, transformación y corrupción, sus otras palabras favoritas. En cerca de dos mil días de gobierno, y con varios discursos cada día, los mexicanos hemos escuchado sin tregua la palabra pueblo.

Moví mi boca en silencio simulando las dos sílabas y pensé que la palabra pueblo es, fonéticamente, muy similar a gol. Misterios de la mente, imaginé a un fanático festejando en el Estadio Azteca un gol del América (o de las Chivas o del Cruz Azul). Lo vi en mi cerebro desfigurando el gesto, encorvándose y apretando los puños cerca de su cara al eufórico grito de ¡puebloooooo! mientras su ídolo Henry Martín (o el “Piojo” Alvarado o Antuna) festejaba sobre la hierba.

Cuando Reforma divulgó —tras semanas en que se posicionó el incansable y estéril hashtag #NarcoPresidenteAMLO— que el mandatario alcanza 73 % de aprobación, me preguntaba cuál era el secreto de tanto amor pese a la violencia criminal del país y los frecuentes y variopintos escándalos presidenciales. Por supuesto, la entrega de dinero en efectivo a madres solteras, adultos mayores, jóvenes y campesinos es un factor para el respaldo de las masas. Los que nunca tenían, ahora tienen mes con mes. ¿Que eso representa una extorsión política porque es “te doy un varito, porfa a cambio dame tu apoyo”? Sí, pero la gente vive un poco mejor.

Y otro “secreto” de la adhesión incondicional de la mayoría de la población es la repetición infinita de la palabra pueblo y su apropiación. Diputados, senadores, secretarios de Estado, alcaldes, comisariados ejidales, candidatos, jueces aliados en la Suprema Corte, todo aquel que se identifique con MORENA dice pueblo, porque ellxs aman al pueblo. Repiten pueblo siempre que se acerca un micrófono, una cámara, una grabadora. La palabra pueblo es solo suya y el pueblo es solo suyo.

Ojo, no es sociedad, no es habitantes, no es ciudadanos, no es población, no es mexicanas y mexicanos. Esta nación solo oye pueblo, vocablo hechicero. Aunque en la antigua Roma popŭlus eran los patricios (la clase social alta) sumados a los plebeyos (la más baja), hoy pueblo ya solo son los “plebeyos”. Según la RAE pueblo es: “Gente común y humilde de una población”, o “Población de menor categoría”.

“[…] la entrega de dinero en efectivo a madres solteras, adultos mayores, jóvenes y campesinos es un factor para el respaldo de las masas.”

En un país donde la mayoría históricamente ha tenido poco o nada, oír insistentemente que el beneficiado de cualquier acción pública es el pueblo, o sea la gente común y humilde, que el pueblo es la misión suprema de la 4T, y que la única obsesión del presidente y los suyos es servir al pueblo, ha causado —en el imaginario colectivo— que poder y pueblo ya sean lo mismo. “Al fin, nosotros gobernamos”, piensa el pueblo.

No estaba tan perdido: hoy pueblo y goooooooool son lo mismo, y la 4T golea siempre, aunque quien se le ponga enfrente sea el Real Madrid. EP

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